
Fue una Edad, una edad casi tardía
El temor de mis desesperanzas
La derrota de mis territorios y conquistas
Me hicieron rendir
Rendirme al dulce fruto de la vida
A no reconocer los días de sol y nubes
A mirar taciturno el horizonte
y no fijarme como el tiempo pasaba sobre mí
dañando mis células, horadando mis neuronas.
No esperé nada nuevo
No espere que la Fe, montara sobre mí su estandarte
Invoque, invoque al cielo
Pero el cielo no abrió su manto azul oscuro
y ninguna estrella se precipitó para escucharme.
Hubo, sin embargo un gesto de piedad
Hubo un momento en que los dioses del Olimpo
Escucharon mi reclamante silencio.
Dejaron sus jugarretas, sus variedades.
Se levantaron temprano aquel lunes
Y se reunieron alrededor de la luz eterna
Que haremos? Hasta cuando este Mortal nos insulta?
“Ni la muerte podrá aplacar su furia”.
“Después de muerto, sabemos que no estará arrepentido!
Después de aquella jornada, mi piel nada sintió
Sólo se abrió una ventana, sopló una brisa crujieron las bisagras
Sus ojos oscuros tocaron mi alma, era frágil
Pedía mi auxilio, yo nada tenía
Sentí que él me necesitaba
Aquella noche dormí junto a él
Su sueño desesperado, el calor de una cama
No lo pensé “La decisión a sido tomada”
Y lo acepté, y lo aceptamos
Desde aquel día él fue mi fruto, él mi esperanza
Él el canto de una nueva madrugada
Lo peiné, me llenaba,
Lo vestí me alegraba,
Lo limpié se aseaba mi alma
Fue mi sonrisa en su mirada, su postura me imitaba
En los sueños lo soñaba, y era yo también en su infancia
No sé si ese día comencé a quererlo ¡Si yo ya lo amaba!
Pero no encuentro milagro, ni ley que desafíe la ciencia
Que pueda sostener la circunstancia
De tenerlo al lado mío.
Hijo, demoró mucho tu llegada
Pero me haz hecho conocer
Como actuó el Amor de Dios sobre mi alma
Se compadeció de mí, sintió dolor y sufrimiento
Y al fin decidió un nuevo nacimiento
Su Hijo, en una pequeña ciudad
en un departamento anexado, visitó a un Padre que estaba desperado!
El temor de mis desesperanzas
La derrota de mis territorios y conquistas
Me hicieron rendir
Rendirme al dulce fruto de la vida
A no reconocer los días de sol y nubes
A mirar taciturno el horizonte
y no fijarme como el tiempo pasaba sobre mí
dañando mis células, horadando mis neuronas.
No esperé nada nuevo
No espere que la Fe, montara sobre mí su estandarte
Invoque, invoque al cielo
Pero el cielo no abrió su manto azul oscuro
y ninguna estrella se precipitó para escucharme.
Hubo, sin embargo un gesto de piedad
Hubo un momento en que los dioses del Olimpo
Escucharon mi reclamante silencio.
Dejaron sus jugarretas, sus variedades.
Se levantaron temprano aquel lunes
Y se reunieron alrededor de la luz eterna
Que haremos? Hasta cuando este Mortal nos insulta?
“Ni la muerte podrá aplacar su furia”.
“Después de muerto, sabemos que no estará arrepentido!
Después de aquella jornada, mi piel nada sintió
Sólo se abrió una ventana, sopló una brisa crujieron las bisagras
Sus ojos oscuros tocaron mi alma, era frágil
Pedía mi auxilio, yo nada tenía
Sentí que él me necesitaba
Aquella noche dormí junto a él
Su sueño desesperado, el calor de una cama
No lo pensé “La decisión a sido tomada”
Y lo acepté, y lo aceptamos
Desde aquel día él fue mi fruto, él mi esperanza
Él el canto de una nueva madrugada
Lo peiné, me llenaba,
Lo vestí me alegraba,
Lo limpié se aseaba mi alma
Fue mi sonrisa en su mirada, su postura me imitaba
En los sueños lo soñaba, y era yo también en su infancia
No sé si ese día comencé a quererlo ¡Si yo ya lo amaba!
Pero no encuentro milagro, ni ley que desafíe la ciencia
Que pueda sostener la circunstancia
De tenerlo al lado mío.
Hijo, demoró mucho tu llegada
Pero me haz hecho conocer
Como actuó el Amor de Dios sobre mi alma
Se compadeció de mí, sintió dolor y sufrimiento
Y al fin decidió un nuevo nacimiento
Su Hijo, en una pequeña ciudad
en un departamento anexado, visitó a un Padre que estaba desperado!
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