lunes, 7 de enero de 2008

UN VIAJE A YUZKAPIRA (cuento)


Nada hacía presagiar que un simple programa de televisión me haría realizar tan corta pero atrevida aventura, se trataba nada menos que un documental donde se planteaba la posibilidad cierta de encontrar afloramientos de agua en el lugar más árido del mundo, el desierto de Atacama. El programa señalaba, como pocos saben, que la zona norte de la faja chilena, se encuentra inclinada Este a Oeste, que nace en los empinados volcanes y montañas de los andes a más de 5000 de altura, después se inclina bajando a la precordillera, entre 1.500 a 2 mil metros de altitud, y baja suavemente en la Pampa del Tamarugal hasta besar abruptamente los acantilados costeros, y caer al gran océano pacifico

Otro dato, el fenómeno climático que tiene lugar entre los meses de enero y marzo, y que incluso suele iniciarse tempranamente en diciembre, se conoce como el invierno del altiplano o invierno Boliviano, este tiene su origen en las nubes provenientes del monzón del paraguay que vienen a morir a esas elevadas alturas, generando torrenciales lluvias y nevadas que se precipitan sobre las estepas del altiplano, alegrando y prolongando la vida de vizcachas, auquénidos y zorros, elevando el nivel de las aguas salinas de los lagos más altos del mundo, permitiendo además la multiplicación de artemias, pequeños crustáceos primitivos, que son la base de alimentación. de los flamencos y que además tiñen de hermoso rosado su largas y prominentes alas.

Esta pendiente natural Este-Oeste, permite además que las aguas, generadas por el deshielo propio de los cambios estacionales en las alturas, fluyese subterráneamente hacia la costa a través de las napas, y que este mismo hecho había permitido el asentamiento de muchos pueblos encontrados en los sectores más áridos y extremos de este desierto. Donde, la vida precaria, si existía, debía ser suspendida por ciertos periodos, para sostenerse debiendo quedar en estado latente, hasta un próximo perdón, otorgado por el clima y las condiciones. Del mismo modo como sucede más al sur y se conoce con el nombre de “Desierto florido” donde, pequeñas semillas de añañucas, Malvaviscas y azulillos silvestres esperan años pacientemente hasta que una fugaz lluvia las despierte pintando de fuertes colores, con su germinación y floración, el ocre y abrupto paisaje.

En el Documental se exhibía además, una recreación de los posibles afloramientos naturales que se podían encontrar a lo largo de la cordillera de la costa e incluso vertientes de aguas dulces cayendo desde algún acantilado. A mi me pareció fantástico! encontrar una vertiente de agua dulce en sectores que al parecer son estériles. Muchas veces en mis sueños o en el trayecto de algún viaje hacía alguna ciudad del norte, solía percibir la presencia de algún pueblo abandonado con fuentes de agua, árboles, y muchas veces me pregunté ¿Quizás?, ¿o tal vez?, .- Detrás de aquellos cerros que cubrían mi horizonte, o bien cuando volaba e iniciaba el aterrizaje hacia el aeropuerto de Iquique, pretendí y ansié tanto ver aquellos míticos pueblos que mi conciencia esperaba encontrar, que, en más de alguna ocasión llegue a contraer a tal punto el cuello, que demore varios días mejorarme de la tortícolis de tanto mirar a través de aquellas pequeñas ventanillas. Otras muchas veces recorrí también, en camioneta, por aquellos sectores, pero nunca pude divisar ni encontrar nada sospechoso, que pudiera confirmar mi fantástica teoría, no me podía conformar.

Era mi intención e impulso natural encontrarme con aquel lugar, era una ilusión, un sueño, a tal punto que estuve inmerso varios días, en aquel loco proyecto hasta que llegue a la conclusión de buscar estas fuentes de acuíferos. Mi primer intento fue a través del Google Earth, un programa computacional de ubicación geográfica, donde uno puede llegar a ver hasta la casa donde vive. Pero a pesar de encontrar ciertos lugares de utilidad, había zonas, de mi particular interés, con una muy baja resolución de imagen, donde apenas podía percibir una colina, algo demasiado grande como para pretender encontrar con este recurso una pequeña vertiente.

Bueno, entre sueños, ilusiones, fantasías y programa documental decidí hacer el recorrido, mi intención era cubrir inicialmente una área no superior al espacio comprendido entre la carretera longitudinal norte y la costa, y limitado de sur a norte, entre la ciudad de Iquique, donde actualmente vivo y el camino que une Pisagua con la ruta 5 o Longitudinal Norte, el recorrido lo haría de sur a norte, partiendo del la ruta que une Pozo Almonte con Iquique hasta el camino que une Pisagua con esta larga ruta. Esto, estaría dispuesto a realizarlo tantas veces como sea necesario, desplazándome en cada viaje unos 3 o más kilómetros hacia el Oeste. Me parecía sencillo, podía demorarme toda una vida recorriéndolo, hasta finalmente llegar a la costa, cada trayecto no era largo, calcule unos 100 km. de extensión por travesía, podía pasarme la vida cubriendo el área, tomar fotos, ver cosas nuevas, quizás algún afloramiento mineral. Además agua y alimentos podía llevarlos en una mochila, y al completar cada trayecto podía posteriormente retornar a la ciudad, y volver a mis labores. Era una empresa bastante asequible, loca pero entretenida, podía caminar sintiendo el estruendoso ruido de mis zapatos, sumido en el silencio y tanto el calor y el frío propio de la aridez, podían ser fácilmente combatidos con un sombrilla y un frazada, era finalmente entretenido y me decidí a realizalo.

Pensé que primero debía prepararme para los comentarios, pero era mucho mejor partir con una pequeña mentira, y repetir el chiste durante algunos fines de semana, para finalmente derramar sobre un asado dominguero, lo que realmente estaba tratando de lograr. Partí un día Sábado de Septiembre, mis provisiones; 5 litros de agua, 3 tarros de atún y 4 tomates, además de los resguardos; una frazada, una sombrilla, zapatos calamorros, parka, bloqueador solar, una cámara digital, una potente linterna con intermitentes y además de un teléfono celular para cubrir cualquier emergencia.

Traté de ser lo más disimulado posible, de manera que nadie descubriera mi proyecto, y para no quedar de orate. Mi mentira fue sencilla le dije a mi mujer que debía ir a una exploración (que lo era) con un propietario minero que deseaba hiciéramos unas manifestaciones mineras en el sector, yo debía irme el día sábado para volver el domingo a medio día. Luego pesé mi mochila con las cosas de utilidad y lo que en total daban unos 10 Kgs, no sé si en el camino serán una tonelada pero creo que el trayecto lo puedo cubrir sin problemas, además tengo hasta el domingo en la tarde, donde es posible volver en un bus desde el camino que une Pisagua con la carretera, tal como lo había planeado

Salí a las 8 de la mañana de aquel domingo, previo desayuno, tome el bus a Pozo Almonte y en corto tiempo calculo de media hora ya había desembarcado y emprendía mi primer trayecto el cual iniciaba a tres kilómetros de la ruta longitudinal con dirección al norte, no deseo mencionar las coordenadas pero también iba bien provisto de mi GPS.

Yo pensaba que inicialmente me iba a encontrar con la soledad más grande, no obstante encontré senderos donde podía caminar en el sentido señalado previamente, eran las antiguas labores de las salitreras, montones de costras salinas, algunos piques de baja profundidad, bloques apilados, papeles y bolsas de nylon, navegaban por el desierto. El día que aun se iniciaba, era fresco, lejos de lo que cualquier persona percibe inmediatamente al mencionar la palabra “Desierto”. Seguí uno de los senderos, total no era necesario ser adivino pensar que en un primer instante iba a encontrar mi objetivo, caminar me hacia bien, y me pasé muchas películas acerca de la historia de aquellos pampinos que domaron el desierto muchos años antes de que se inventara un GPS. Ellos podían caminar de una a otra salitrera solamente guiados por el instinto.

Luego vi un sector perforado por una malla perfectamente cuadriculada, algunos pozos, bastante profundos y secos, lejanos a la añorada vertiente que pretendía encontrar. Caminaba y caminaba y las huella humanas, de senderos y vehículos, no amenazaba con interrumpirse, señal de que muchas almas anduvieron por estos lados, quizás aun vagan repitiendo sus labores, luchando por el jornal diario, por la coba rica en nitrato que se yo.

Ya llevaba algunas horas y el sol comenzaba a calar profundo sobre mi epidermis, me detuve sobre una costra, saqué el bloqueador, me embetuné convenientemente, abrí la sombrilla y proseguí rodeando una pequeña loma. Pensaba ¿Cuantas veces debería repetir el trayecto para encontrar mi objetivo, si me rendiría algún día?, si me daría por vencido?. Algunas personas tienen la fortuna de pasar por un lugar y encontrar lo que muchos otros gastaron años en su búsqueda. Claro como yo no soy de aquellos afortunados, decidí ser sistemático, aplique el conocimiento, mi enseñanza y aquí estoy recorriendo mi primer sendero, en busca de una vertiente, de un lugar donde aflore pura y cristalina el agua proveniente del atlántico.

Mi espíritu estaba impregnado de entusiasmos, cuantas veces he querido hacer una locura y por falta de coraje y valor, no lo he podido hacer, esto era viable, no comparado con un viaje de colon, a una tierra desconocida, quizás mi exploración es conocida para muchos entendidos, pero es desconocida para mis ojos y eso ahora es lo que cuenta!. El desierto no es una repetición interminable del paisaje, quizás son semejantes, pero las diferencias, aquellas pequeñas diferencias, tal como la percibimos del rostro de una mujer, hacen que este desierto mió me llame a conocer sus soledades, tal vez no lo sabía pero en este viaje me he dado cuenta que soy amigo del desierto, aunque a él esto no le cause la más mínima impresión y no le importe y no desee soplar a los cuatro viento que yo lo sea, ¿Como una insignificante y pasajera criatura de vida infinitesimal lo trate de “amigo”?
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Atardece, las últimas bocanadas de calor van siendo arrastradas por el viento, mientras yo sigo mi camino alegre e imperturbable, como el desierto mismo, ese color rojizo que va pintando las lomas, ese viento gélido que va a caer al mar, me entretienen. De pronto pienso que me va a costar llegar hasta el camino de pisagua ya apenas llevo unos kilómetros recorridos y creo que estoy ha medio camino, el sol ya se va ocultando, siento que puedo seguir caminando, al menos hasta que pueda ver.

Cuando inicie este proyecto, no lo había pensado con claridad, pues al ir sólo por estos lugares dejaba también mi ciencia, y al aproximarse la noche, mi instinto empieza a percibir ángeles y demonios, leyendas cuentos de desaparecidos, hombres llevados por el tiempo y el espacio, por unos instante siento miedo, me detengo, para detectar si algo cruje siguiendo mis pasos... Sí oigo crujidos!, crujidos de las capas costrosas del caliche que rodean mi espacio, ya es de noche, va siendo oscuro, dejo atrás el temor y me preparo para pernoctar, ocupando mi cerebro en otras cosas, se disipa mi inseguridad, busco un lugar abierto, un lugar limpio alejado de rocas, nadie sabe que insecto puede visitarme, además en alguno lugares es conocida la presencia de piojos, lo que han sido dejados por lo jotes limpiadores y aseadores de las costa que utilizan estas soledades para anidar.

Mi andar no se detiene, al ambiente de pronto se torna húmedo, lo que es raro, asombrado veo que unas pequeñísimas chispas, se desencadenan al presionar con mis calamorros el duro suelo salino, siguiendo y prolongado una titilación, tal como las noctilucas se descargan al reventar las olas en las orillas de la playa, siendo esto más extraño e inexplicable aun. En un momento, enciendo mi linterna, apunto al objetivo e impávido veo como rompiendo, cual cáscara de huevo, uno pequeños anfibios, al parecer sapos, eclosionan desde envolturas costrosas ovoidales, es increíble, ¿Algún biólogo habrá registrado este acontecimiento?.

Recuerdo que había leído anteriormente sobre la presencia de anfibios en los desiertos, los cuales esperan por varias temporadas la llegada del agua para eclosionar, y ahora los veo salir, pero el agua ¿Donde está?, el desierto cruje, cruje alargadamente, se habré una grieta y veo emerger ante mi ojos un claro y cristalino caudal, donde alegremente los minúsculos seres chapotean. La luz de mi linterna lleva a mis ojos una imagen que tal vez ningún humano percibió, y si lo observó, se propuso callarlo para siempre, soy testigo de un acontecimiento inusual único, las aguas trasparentes y claras me permiten percibir un fondo de amatistas, celestes turquesas, robustas crisocolas, una rica veta cuprífera abierta al calor termal del cauce, algunas algas verdes y sobre todo vida en una pequeña grieta en medio del desierto. Algo más?,- Sí- Dos luces se aproximan y oigo un ruido de motor, es un bus sin pasajeros!, sólo conducido por su chofer que dobla a escasos metros y se estaciona. El chofer baja y se dirige hacia mí, me saluda y en buen tono me dice “.-Oiga Amigo se va a quedar ahí o va a entrar al pueblo?, en esos momento veo que efectivamente delante de mi hay una cueva, la que no percibí por el atónito y fascinado estado en que me encontraba y además por la oscura y cerrada noche. Obviamente le estoy impidiendo el paso a este personaje ya que el acceso es bastante estrecho.

Al pasar por el túnel veo adelante una enorme mampara de pino oregón y ventanales de vidrio, y a través de ella observo un pequeño pueblo iluminado con guirnaldas y faroles colgantes, hay fiesta!.- porque se escucha música, gritos voces alegres. A mi izquierda, tras cruzar la mampara, un estanque, rodeado por las flores más hermosas que he visto en mi vida, sólo puedo mencionar que no había flores moradas ni amarillas, y la banda de tonos se desplaza entre el rosado claro y el más puro y albo blanco que mis ojos hayan visto. En una esquina del estanque; una sencilla estatua de la virgen adornada por sus habitantes para la fiesta, se encuentra engalanada con ropas, telas y frutas y desde allí, la Virgen, divisaba a sus habitantes con un rostro de bondad y misericordia.

Algo particular de aquella fuente, que llamó mucho mi atención, eran dos bellas aves, cual libélulas, quedaban suspendidas en el aire a escasos centímetros del nivel del estanque. Estas aves, también habían sido adornadas apropiadamente para la celebración, pues toda la extensión superior de sus alas y dorsos se hallaban teñidas de rosado y blanco, y en el centro del lomo, otra ave dibujada de las mismas características con los colores rosado y blanco invertido, era un trabajo asombroso.

Al voltear y caminar hacía el pueblo sólo pude llegar hasta la vereda, pues a los visitantes, que no éramos pocos, no se nos permitía pasar al otro lado de la calle, y era ahí donde se ejecutaban las actividades propias de la festividad, que al parecer eran competencias importantes y se realizaban con mucha algarabía y alegría.

Una de estas actividades, que pude observar, era la de un hombre que jalaba de unos alambres y que sostenía lo que al parecer era un vehiculo de transporte pequeño como una bicicleta, su desplazamiento que me es imposible definir, aunque estaba próximo a él. El hombre, habitante del pueblo, tenía puestas unas botas muy extrañas, eran de un tamaño muy grande, de color negro, bien lustrosas y rodeadas en todos su bordes de costura por un cuero de animal de largos y frondosos crines. Aquel hombre dijo algo claramente, al tirar del alambre y lograr desplazar más rápidamente al individuo que se encontraba sobre el artilugio móvil; -“Lo hago con todas mis fuerzas por que Ud. Mi reina es la mujer más hermosa del pueblo”.- diciendo esto, la mujer aludida, lo saludo gentilmente”.- Esto me hizo pensar que se trataba de una suerte de competencia entre alianzas o grupos, por lograr la coronación de alguna candidata, algo que se sigue realizando desde tiempos ancestrales en estos territorios. La Candidata, se desplazaba aristocráticamente por entre los participantes, aunque la observe por unos buenos minutos no logré descifrar su rostro y belleza pero sin embargo ví en el rostro del individuo algo que me desconcertó, ya que este era pequeño y robusto de tez morena, escasos dientes, y una nariz bastante extraña en realidad, ya que era una protuberancia carnosa y suelta, ligera y muy ancha, similar a una pequeña y corta trompa de elefante. En ese momento recordé, que lo aislado del pueblo, lo raro de aquella manifestación, hacía probable el cruzamiento entre individuos de una misma familia y el consecuente deterioro y degeneración física de los rasgos más aceptados por nuestra cultura. Esto lo confirmé cuando vía acercarse a otro habitante del pueblo, que venía montado en una mula, era bastante serio, mucho más delgado, alto, con aspecto huaso cuya nariz enorme pero recta me demostró que dicho órgano era una manifestación fenomenoide de aquellos habitantes producto de su aislamiento. En mi observación el sujeto me miró, con bastante poca importancia e ignoró mi presencia como si se tratase de un simple turista.

La fiesta era alegre, todos los residentes participaban, entre la multitud, de pronto, una persona que me ubicó por mi nombre y me señalo: “Don Oscar quiere ir a la fiesta”.- lo miré y pude recordar en él rostro perdido en el tiempo, ¡Sí!, Fue en Alhué donde hace años trabajé, era el portero de la planta, que tenía la habilidad de recordar los números telefónicos y en mi llegada al turno de noche me comunicaba con mi novia y posterior esposa a Santiago,.-“Hola- le respondí-¿Que haces acá en este pueblo” -“Igual que Ud.- Me respondió-ando conociendo”,.- Entonces aquel muchacho salto la cerca y caminó delante de mí hacia la otra vereda. En un instante, al verlo, no me había percatado que estaba tan bajo de estatura, pensé que quizás, hace algún tiempo pudo haber sufrido algún accidente, ya que sus pequeños piernas flaqueaban al caminar, pero no me atreví a preguntarle y lo seguí.-Al rato, nuevamente, otra mocosa mezclada entre la gente me identificó,.- Don Oscar ¿Me recuerda?.- “Pues no”.- le respondí,- Soy Yo virginia Guzmán, la hija de esa señora, señalando indicándome con su dedo.- Si hija, pero no te recuerdo.-le contesté.- me permití buscar a su madre, para ver si conectaba bien la situación, la madre me respondió con una sonrisa, pero no puede hallar la conexión. Bueno, en fin, parece que muchos me conocen y yo no tanto.

En esos instantes recordé que tenía el celular, hice la llamada sin que nadie percibiera algo extraño en mí, y llamé a mi señora, le conté una y mil veces lo que sucedía, en donde estaba y que estaba viendo.- mi esposa contestaba entrecortado, como recién despertada, claro eran como las 3 de la madrugada y lo que yo le informaba le parecía una broma además de extraño, raro e inexplicable. Espere unos minutos para ver si entraba en compresión y luego le colgué, cavilé por dos segundos y me metí en cuerpo y alma a la fiesta, pude mezclarme entre los músicos, aunque nadie me encontró cara de infiltrado ni me mostró un rostro de rechazo, me consumí en la fiesta y festeje toda la noche.

El amanecer siguiente, mientras todos los habitantes del pueblo dormían, crucé la calle, traspasé la mampara de pino oregón y ventanales de vidrio, y salí de túnel pero no encontré aquel arroyo alucinante, debía haberse cerrado por la contracción de las costras salinas al cambiar la dirección del viento en el amanecer.

Era ya la mañana del domingo, pensé que devolviéndome por el mismo sendero llegaría en la noche y siguiendo tras mi objetivo, cortaría el camino a Pisagua a esa misma hora, más o menos y debería esperar un bus para recién volver Iquique en dos horas más. Por lo que decidí volver tras mis pasos, sueño?, no tenía y mi espíritu estaba alegre y entusiasmado tanto como ayer cuando emprendí el viaje, también iba contento, contento de no tener que esperar parte de mi vida para descubrir aquella vertiente esperada y soñada, pues por fortuna, ya la había encontrado, además del pueblo perdido que tantas veces soñé y sentí en mi travesías por el desierto. Un pueblo fantasma, con alegres y sonrientes habitantes que quizás, en más de alguna oportunidad, mezclados en la muchedumbre de la ciudad, habrían venido a vender los frutos de su tierra, sin que nadie sospechara de su escondida procedencia. Habrían venido, tal vez, para obtener las telas y confeccionar los trajes a sus candidatas y cofradías, contratar los músicos para las festividades, quizás, aquel hombre de nariz extraña, decidió junto los suyos, arrancar de las miradas de los curiosos para formar un pueblo que ha decidido no ser descubierto ni conquistado. un pueblo que a pesar de su decidido y determinado asilamiento, vive la alegría, alejados de las grandes tiendas, los centros comerciales, y la sugerencia de que en cada producto que pueda adquirirse o comprarse, se encontrará algún grado de satisfacción, y felicidad que nos haga justificar los imperceptibles años que devora nuestra vida. Un pueblo que decidió abrir sus puertas, sólo a algunos agradecidos privilegiados, que encerrábamos en nuestro inconciente su existencia, y logramos ver como su alegría desbordaba desde todos los rincones de caserío viendo como se deslizaba un hombre sobre un indescriptible artefacto tirado por alambres.


Voy llegando a la carretera que lleva a Iquique, detrás quedó aquel arroyo, sus seres y el pueblo. En mis provisiones aun quedan; 3 litros de agua, 2 tarros de atún y 2 tomates y aun porto mi frazada, la sombrilla, mis zapatos calamorros, la parka, el bloqueador solar, la cámara digital sin fotos, la linterna con intermitentes, el celular y el GPS. Me detengo a esperar mi locomoción en breves instantes, hago la señal y se detiene un bus que viene de Arica, subo a él y me ubico en el asiento más próximo, entonces percibo mi cansancio, pero cansancio de llegar, cansancio de tener que enfrentar la vida nuevamente después de haber vivido esta experiencia.

En el asiento del bus que me lleva a Iquique pienso…oscurece, el color rojo del horizonte, pone fin a esta aventura, ¿Como podré incorporarme a mis responsabilidades después de todo esto?, y ¿Como lo enfrentarán aquellos invitados?. Estamos en Septiembre, en el aire, a pesar del desierto, el entorno huele a primavera, cambia el clima, se pone benévolo en la costa, volveré algún día nuevamente?, cavilo, recorro mi mente, programo una estrategia y concluyo­ ”Para el año siguiente, en el día de la fiesta del pueblo, saldré sin que nadie me vea de la casa, iré a la salida de Iquique y esperaré en el control de carabineros que pase un bus si pasajeros, entraré en él sin pedir la autorización del chofer y capaz que vuelva a juntarme con los paisanos del pueblo…pero y si no logro el contacto? Va no importa, Sé que lograré encontrarlo nuevamente, seguro que llegaré! llegaré para unirme nuevamente a la fiesta,

Voy bajando a Iquique, sonrío acariciando con mis manos aquel GPS que porto atrás en el bolsillo del pantalón. GPS que ha dejado marcado el rumbo y la ubicación exacta de aquel prodigio. Registro que servirá para reencontrarme con aquellos extraños pero sonrientes habitantes, que abrirán, el año próximo, al enorme mampara de pino oregón, adornando con guirnaldas y quizás con que extraño y delicado motivo pintarán los lomos de sus aves, para regocijo mío, del pueblo y de este desierto maravilloso.

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